La imagen es terrible. Por muchas razones. Una señora llamada María Antonia le dice a otra llamada Pilar: “Pero el público tiene que saber ciertas cosas si tú no fueras una sionista convencida. Una pro-judía militante. De las que practican el terrorismo militar contra el pueblo palestino”. Y utiliza ambos términos, “judío” y “sionista” con ese deje del “si yo te contara…”. Que implica que alguien que cae en cualquiera de ambas categorías, la de tener algo que ver con los judíos o algo que ver con el sionismo no es en el fondo ni normal, ni trigo limpio. De hecho, la señora que se llama María Antonia lo dice para quitar toda credibilidad a la señora llamada Pilar en lo que dice. Como quien dice maricón, rojo, fascista o cualquiera de esas palabras que en el fondo no dicen nada de nada. Son palabras retrete, en las que uno vierte ese fondo sucio que tiene dentro. Como cuando en un partido de fútbol se le menta la madre al árbitro. Una vez dicho, a otra cosa. Como quien va al baño. No es personal, sino fisiológico.
Esta semana y por distintos
medios he recibido un link de una entrevista llevada a cabo a la señora que se
llama Pilar, aquella contra la que la señora María Antonia avisaba al público
de que no había que hacerla mucho caso porque era una “pro-judía militante” que
es decir “de las que practica el terrorismo militar contra el Pueblo
Palestino”. La entrevista es parte de la campaña de promoción de un libro que
no leeré: “La república islámica en España”. Fue llevada a cabo en mayo, pero
por alguna extraña razón es esta semana, y no en mayo, cuando la he recibido. Y
la verdad que al ver la entrevista completa y contrastarla con el
enfrentamiento entre Pilar y María, me ha recordado un refrán latino que
utilizaba Celso; ese de los dos idiotas que pelean por la sombra de un burro.
Parece ser que el mérito de la señora que se llama Pilar es la de “defender
Israel” en un entorno y un país, España, en que el término Israel es una muy,
muy mala palabra. Y en el que ser anti-israelí no es una opción, sino parte de
la etiqueta, como en la Francia de Proust ser anti-semita era, simple y
llanamente, parte del buen tono de la buena sociedad. Así que, con todos los
respetos, me permito compartir algunas ideas sobre lo que dice la señora Pilar.
Dice
la señora Pilar en su entrevista que en España aún no se ha abierto el debate
sobre el Islam. No se qué debate es ese. Pero en lo referente a las relaciones
entre el Islam e Israel, se abrió hace ya algún tiempo, aunque al parecer no
coincidía con el calendario de promoción del libro de la señora Pilar. En
realidad mucho antes, digamos que alrededor del año 629 en un lugar llamado
Jaibar, en la Península Arábiga. Pero en los términos a los que se refieren una
señora que se llama Pilar y otra que se llama María, fue en Madrid, el 16 de
julio de 2008, en el marco de un encuentro interreligioso auspiciado por
uno de los personajes que la señora que se llama Pilar demoniza: el rey de
Arabia Saudí. Un encuentro que contaba con la ilustre presencia de S.A.R. Juan
Carlos I, Rey de España. Que entre sus títulos heredó el de Rey de Jerusalén. Y
que no puede decir que no a ninguna de estas iniciativas porque, entre otras
cosas, encontró entre los saudíes a sus mejores donantes en los días en que aún
era un rey pobre y sus amigos y testaferros no estaban todavía en prisión por
estafas y otros pufos. La más “polémica” de las intervenciones fue la de Ezzedin
Ibrahim Mostafa (1928 – 2010), quien durante varias décadas fue el
representante por excelencia del diálogo inter-religioso islámico y el
consejero y amigo de uno de los más singulares reyes de la Península Arábiga:
S.A.R Sheikh Zayed bin Sultan Al Nahyan (1918-2004), arquitecto de los
Emiratos Árabes Unidos y una personalidad difícil de clasificar y sólo
comparable a sí mismo. En aquel encuentro Ezzedin dijo que “el diálogo con los Sionistas
no es posible”. Más tarde, Ezzedin aclaró que nunca había dicho eso, aunque
fueron esas y no otras palabras las que todo el mundo escuchó. Pero él se
defendió y dijo que sus palabras habían sido sacadas de contexto, que lo que
había dicho exactamente era que “algunas aclaraciones son necesarias sobre el
Judaísmo, que es una religión, y Sionismo, que es un sistema político” (…) “yo
no dije que no tendríamos diálogo con los sionistas”. Una de las afirmaciones
más repetidas por Ezzedin era que el diálogo entre judíos y musulmanes aún no
había comenzado. Y lo cierto es que tenía toda la razón en los términos en los
que habla una señora llamada Pilar y otra señora llamada María. Así como
criminalizar a S.A.R Abdalá bin Abdelaziz al-Saud, rey de Arabia Saudí,
como hace la señora llamada Pilar, es un error de bulto y cae de plano en lo
que ella misma dice a propósito de la Alianza de Civilizaciones: “un error de
mirada respecto al tema”. Al fin y al cabo, en todo Oriente Medio sólo hay dos
naciones que se construyeron a sí mismas y no fueron entregadas por el Reino
Unido. Una, Israel. La otra, Arabia Saudí. Todo el mundo recuerda al capitán
Lawrence, pero hay otra historia menos conocida y singular, la del capitán Shakespear (descendiente de Shakespeare) y su relación con los Ibn Saud. Pero
el hecho de que los Ibn Saud controlen los lugares santos del Islam crea una,
digamos, “irregularidad” proporcional a que de pronto los protestantes
conquistaran el Vaticano o un judío fuera Zar de Rusia. Que es lo mismo que
sucede en Siria, que una familia Alauí controle los destinos de un país de
mayoría sunní. La señora que se llama Pilar habla de “buenos” y “malos”
musulmanes en un enfoque del “problema” que ella claramente define como “el
problema no son los musulmanes, son los radicales”. Antes de entrar en eso,
hablemos de familias.
De
un lado tenemos los Ibn Saud, en Arabia Saudí, los Al Zayed en E.A.U y los
Al-Thani de Qatar. ¿Qué tienen todos ellos en común? ¿El ser musulmanes? ¿El
ser árabes? Seguro. Pero también el odiarse profundamente entre ellos, graduar
a sus hijos en universidades inglesas previa donación, tener intereses en
España y querer liderar algo llamado el “Nuevo Oriente Medio”. Algo que, de
nuevo, pasa por Madrid. Al fin y al cabo la Conferencia de Madrid de 1991 fue
lo más cerca que nunca se ha estado de llegar a un acuerdo de paz en Oriente
Medio de acuerdo a cierto enfoque. Y, con esa tradicional falta de creatividad
árabe, se conjura “Madrid” como el opuesto a una palabra retrete: es una
palabra talismán, como Al-Andalus. Pero en aquella Conferencia eran otros los
espíritus, los talentos y las personalidades a los dos lados de las fronteras.
A dos décadas de la Generación Facebook, la Generación Caniche, sus
interlocutores eran de aquellos en los que se cumplía aquel refrán árabe de
quien no conoce la guerra no conoce la paz. No me refiero sólo a Isaac Shamir,
entonces Primer Ministro del Estado de Israel, sino a los diplomáticos de
carrera israelíes como Slomo Ben Ami o el señor Gol para los que la primacía
del bien público sobre el bien individual no era materia de ningún discurso,
sino la condición previa para el servicio público. Hoy, del lado israelí en
España, tenemos imbéciles integrales como Lior Haiat
o el,
afortunadamente, saliente embajador, en los que el peor Gobierno de la
democracia española encontró como interlocutores a lo más mediocre de la
diplomacia israelí gracias al señor Netanyahu. La misma categoría que podemos
encontrar entre los Palestinos. Gente, estos de la Generación Caniche, a la que
no le importa en absoluto que el apoyo a Israel se produzca en la derecha
española sólo porque se identifica con un país “matamoros”. Pero esto son otras
cuestiones, y la señora que se llama Pilar hablaba del Islam. Así que, hablemos
del Islam.
Israel
es una tierra de contradicciones. Como por ejemplo, que los árabes sean
votantes de los partidos religiosos judíos y no de la izquierda que lee a
Voltaire y Descartes, que es, al parecer, lo que a uno le hace civilizado para
la señora que se llama Pilar. Yo debo ser un bárbaro porque prefiero a
Flaubert, especialmente el “Estupidiario”, un diccionario para poder mantener
una conversación de buen tono en buena sociedad. Así, por ejemplo, cuando se
habla de “rubias” dice “más estúpidas que las morenas. Véase morenas”. Y cuando
uno va a “morenas” lee “más estúpidas que las rubias. Véase rubias”. Pues un
poco así. Como una señora que se llama Pilar y otra que se llama María, que una
es rubia y la otra, morena. Los musulmanes en Israel votan a los partidos
religiosos judíos porque bajo el derecho de construir una nueva sinagoga se
incluye, como ciudadanos, el derecho de construir una nueva mezquita. De la
misma manera que si hoy preguntamos en Oriente Medio quién es el personaje
israelí más admirado en el mundo árabe la respuesta no será otra que Ariel
Sharon. No debería de ser así, pero es así. Y todo esto de resucitar una
conferencia de Madrid termina hoy de la misma manera, en un asunto de familias
árabes en su búsqueda del liderazgo del “Nuevo Oriente Medio” que encuentra en
España, además, unas instituciones y, especialmente, unos individuos fácilmente
sobornables. Hemos dejado de padecer al inefable Moratinos, el Ministro no
oficial de Asuntos Exteriores de Al-Fatah. Pero hay personajes de más fácil
soborno y más inmediatos intereses que aportan su granito de arena a todo este
disparate. Por ejemplo, el buen Bernardino León, dispuesto a hacer lo que haga
falta por los Al-Thani. ¿Cómo se quiere que los monarcas árabes tengan respeto
al Gobierno de España si del Rey abajo hay una tradición de pillar el
sobre y luego ponerse a hablar de
diálogo inter-religioso? Habla la señora que se llama Pilar del rey Abdalá como
si fuera el mismísimo representante del mal y usa términos que yo, la verdad,
mucho no entiendo. Eso del salafismo y todo eso. Yo le tengo respeto a Abdalá.
El respeto que se tiene a un enemigo. El mismo que él le tiene a los suyos. Y,
lamento ser un bárbaro, no son los árabes, ni siquiera los “radicales” el
problema. El problema es el Islam. Al menos, para mi. Y sin ánimo de tener
razón.
Dice
la señora que se llama Pilar que el diálogo se debe producir con los moderados,
como si todo enfoque posible fuera aquel que hay entre dos extremos, el de los
“radicales” y los “moderados”. O en sus propias palabras, la de las “mezquitas
que practican un discurso religioso”. Lo que me recuerda a Napoleón, y a Goya.
¿Se pretende que el Islam sea una religión al estilo de lo que es el
Cristianismo? No, no lo es. Me da exactamente igual, no creo en el diálogo
inter-religioso, que es decir, en las explicaciones. Pero ahí están los hechos.
En España, por poner un ejemplo, hay más hindúes que judíos. ¿Ha escuchado
alguien hablar de ellos? Y, sin embargo, 100.000 musulmanes hacen lío y crean
problemas. Habla la señora que se llama Pilar de aquellos que quieren
“violentar, fanatizar, esclavizar y matar”. Y yo, simplemente, invito a echar
una mirada a la “Al-Mwatta” de Ibn Al Malik. Un texto que en términos de
jurisprudencia sería el paralelo, sobre-simplificando, al “Sulján Aruj” judío o
a el Derecho Canónico cristiano. Con la diferencia de que el Derecho Canónico,
de Roma a esta parte, ha sido una cosa “aparte” y claramente diferencia del
Derecho Civil o el Derecho Mercantil, por no extendernos. La Halajá judía, por
su parte, sólo se aplica a lo que en términos jurídicos contemporáneos implica
la “esfera de lo privado”, porque su ámbito de aplicación se extiende a un
territorio, el de Israel, y un tiempo, el de la existencia del Templo. No se
puede decir lo mismo del derecho islámico. ¿De dónde dimana y procede, por
ejemplo, la legislación de propiedad? Del derecho de posesión de los esclavos,
si nos vamos al caso del Malikismo, la escuela jurídica que existía, por
ejemplo, en Al-Andalus y que hoy es la que se aplica en la esfera de lo privado
entre los musulmanes españoles. Se supone que el mérito de Ibn Al Malik, que en
su día fue gobernador de Medina, es el de aplicar una jurisprudencia más pura
y, por ende, más tolerante. Pero las continuas referencias a la esclavitud, a
la explotación del hombre por el hombre, no dejan de sorprender a quien, simple
y llanamente, le echa un vistazo curioso y con mente abierta a los textos
sagrados del Islam. ¿Existen intentos de aplicar ciertas medidas dentro del
Islam para hacer la Sunna y la Shaaria algo compatible con un sistema
democrático en la que lo religioso queda vinculado a la esfera de lo privado?
Varios. El más notable, el de Tarek Ramadán. Hijo de uno de los primeros
miembros de los Hermanos Musulmanes, generación entre la que se contaba Ezzedin
Ibrahim Mostafa. Pero, a diferencia de Mostafa, las críticas por el doble
lenguaje y la hipocresía que pesan sobre Tarik Ramadan, hacen poner en duda,
muy seriamente, su honestidad. Y en todos los casos, hay un libro que invito a
leer para entender qué quiere decir un árabe cuando habla de “sionismo”:“Milestones”, de Sayyid Qutb (1906-1966). Un texto de referencia que, en el
lenguaje de una señora que se llama Pilar y una señora que se llama María, es
un ejemplo de “fundamentalismo” y que, en la práctica, ha calado mucho más
hondo en el moderno pensamiento islámico que en esos estrechos términos de
moderados/radicales. ¿Y qué hay de España? ¿Tendrá su Tarek Ramadán? No lo
creo, y, en realidad, lo mismo me da, que me da lo mismo. Pero si hay quien
tiene miedo de que “vuelven los moros” lo cierto es que la vuelta del Islam
parece haber dejado las cosas allá a dónde las dejaron. De un lado los
ortodoxos malikíes, del otro los sufíes y todo ello adornado con lo que se
llama el “soliloquio andalusí”, que es la mirada hacia el pasado del Islam en
España lo que el “anusinismo” es a la mirada sobre el pasado judío. Como en el
fondo, una señora que se llama Pilar y una señora que se llama María son las
dos caras de una misma moneda.
Dice
en alguna parte de la entrevista una señora que se llama Pilar de esa “vieja
Sefarad” que “fue una historia de luces”. Y la verdad es que, en mi profunda
ignorancia, sólo me queda preguntar a dónde está el interruptor, porque no
alcanzo a verlo por ninguna parte. Aquellos nombres que hoy son calles en
Israel y que parecen convocar la imagen de un triculturalismo fenomenal en la
que el padre prior, el buen rabino y el sabio alfaquí debaten alrededor de una
taza de té sobre lo divino y lo humano, no está por ninguna parte. ¿Maimónides?
Pateado de España, vivió la mayoría del tiempo en Egipto a dónde fue Rais Al
Yahud, líder de los judíos, en la época de Saladino. Al que ayudó activamente a
echar a los cruzados, que habían creado ese “Reino de Jerusalén” del que el
buen Juan Carlos I es heredero. Un autor que, en los términos de una señora que
se llama Pilar y una señora que se llama María, debería ser prohibido porque
llama claramente al fundador del Islam “el demente”. ¿De quién hablamos? ¿De
Najmánides? Acá terminó sus días, también pateado por el buen Jaime I. ¿Yehuda
Haleví? Tres cuartas de lo mismo. Murió rumbo a Israel, asqueado de eso que se
llama Sefarad. En estas largas conversaciones que mantengo con Alan Nessim y
que tienen el mismo interés general que estas líneas (que es decir, ninguno)
hablamos a menudo de un término que a él le gusta usar, el de los “nuevos
sefardíes”. Que en el fondo, es el de los nuevos expulsados. ¿Por la Iglesia?
¿Por el Islam? No, por las Pilis y las Maris. Y cuando una señora llamada
Pilar dice con asombro que España radicaliza a los musulmanes, también habría
que pensar hasta que punto la atmósfera española se ha hecho tan irrespirable
que radicaliza a cualquiera, sea musulmán, judío, chino o un señor de Móstoles.
No
puedo estar de acuerdo con ese enfoque de los “buenos musulmanes” frente a los
“malos musulmanes” de una señora que se llama Pilar porque, entre otras cosas,
es un planteamiento muy árabe, muy amigo de las conspiraciones. Todos los
musulmanes serían “buenos” si no fuera porque hay tenebrosos personajes con
“barba bien arreglada” que dice una señora que se llama Pilar que compran a las
personas y “no matan a nadie pero destruyen cerebros”. Lo mismo se puede decir
de la tele. Pero no es en la calle a dónde están esas barbas recortadas, ni son
los tenebrosos salafistas los que andan por ahí machete en mano, sino
precisamente esos que con su doble juego del buen Islam andan montando
mezquitas y repartiéndose el territorio en “áreas de influencia”, a los que se
invita a los palcos de Real Madrid y Barsa se trata de complacer porque tienen
dinero. Como es el caso de la Mezquita de Granada, pagada por Emiratos Árabes
Unidos. No hablan de violencia, por supuesto, lo que les hace moderados. Pero
dicen otras cosas que, a estas alturas del partido, simple y llanamente, ya dan
pereza. Es el caso del Movimiento Morabito, fundado por un actor inglés que en
un momento de su vida se convirtió al Islam y hoy quiere ser conocido como Shaykh Dr. Abdalqadir
As-Sufi. Basta echar un vistazo a su material.
Se me dirá, seguramente con toda la razón, que no se puede
generalizar y que no se puede criminalizar al Islam. No es mi intención. Pero,
obviamente, me veo influido por motivos personales. Uno de esos tan
intrascendente como lo de ser del Madrid o del Barsa, que es decir que ya no
puedo más con el lalalala cinco veces al día de las mezquitas que tengo a trescientos metros de a
dónde escribo a estas líneas. Por mucho menos ruido cierran discotecas en
Madrid. Se me dirá, con toda la razón, que no se puede hablar de falta de
creatividad árabe con esa rotundidad. Pero ese es el privilegio de no ser nadie
y, sobre todo, de no ser un intelectual. ¿El Corán? Cualquier lector debería
leerlo, con mente abierta, porque en realidad no hay nada que permita entender
la relación entre las palabras y las cosas, la Idea del Libro, sin El Corán.
¿Intelectuales árabes? Ahí tenemos a uno de los mejores poetas del siglo XX y XXI
en términos generales, el sirio Adonís. ¿Arte? Basta echarle un vistazo a la
obra de Massoudy. El problema es que los musulmanes y los árabes con los que
trato no tienen ni la más pajolera idea de quien son esos nombres. Una señora
llamada Pilar habla de los “intelectuales árabes” y a mi me viene a la cabeza Muhammad Abd Allah Inan y su
monumental obra sobre el pasado de Al-Andalus (tampoco traducida a castellano)
elaborada bajo esa mirada de los “felices dimmi”. Que es decir, la de la
asunción por parte del Islam de la acusación de ultra-violencia que se lleva al
extremo del ridículo para crear una imagen contraria en la que judíos y
cristianos son felices bajo la protección de los buenos musulmanes. El libro de
texto de esos pacíficos morabitos de Granada, entre otros, en las que se invita
a España y Occidente a reconciliarse con su historia. Lo que está muy bien,
pero el planteamiento y, sobre todo, el enfoque, son un chiste.
Habla
una señora llamada Pilar, a propósito del cine, de la condena a la muerte
“creativa” de un director iraní. Y me resulta extraño el término, porque no es
ningún gobierno, ni, en realidad, ningún ser humano el que limita la
“creatividad”, la capacidad de crear. Y me hace gracia el enfoque porque
pensando en creatividad y en árabes, y, sobre todo, en el Islam, son
precisamente los conversos los que con mayor ímpetu parecen darle la vuelta a
la tortilla al asunto. Especialmente los judíos. Es el caso de Muhammad Asad,
aka Leopold Weiss, muy respetado entre los Ibn Saud. O de María Jameelah, aka
Margarita Marcus. Una señora que se llama Pilar dice que no quiere criminalizar
al Islam, ni a nadie, pero habla de Irán como de los Ibn Saud, como del
demonio, lo que es al mismo tiempo otro enfoque muy sunní. Cuando es
precisamente el shiismo iraní el que ha dado a la Civilización Islámica algunas
de sus más destacadas figuras. Lo que, de forma directa en el pasado y muy
directa hoy, ha influido notablemente en Europa como civilización. Por no
hablar de obras hoy olvidadas como la enciclopédica “Carta de los Hermanos dela Pureza” que tienen más influencia sobre el desarrollo de Occidente como
Civilización que Descartes dicho como lo dice una señora que se llama Pilar, a
la francesa de colegio de pago: Decar.
Escucho
a una señora que se llama Pilar y a una señora que se llama María como quien
escucha una discusión en el patio de vecinos. Ni siquiera me aburre. No me
interesa. No tengo la menor intención de convencer a nadie. ¿Es el Islam una
religión de paz o de guerra? No tengo ni idea. Ni lo se, ni me importa. Miro el
cielo. Miro las estrellas y para mi no tiene ya que ver con Judaísmo, Sionismo
ni, menos aún, con civilizaciones. Para mi, en este aquí y este ahora, puedo
ignorar a las Pilis y las Maris como ellas me ignoran a mi. Y la vida sigue.
Pero del otro lado del valle, los árabes dicen que si pudieran le harían cosas
a mi familia que yo, obviamente, no tengo la menor intención de hacerles a la
suya. Dice una señora que se llama María que el sionismo es una cosa de
terroristas, pero no recuerdo en España a ningún movimiento sionista que,
además de cantar el Atikvá y aburrir al personal, se dedique a ir a pegar a
nadie, como es el caso de las actividades de los departamentos de semíticas de
la Universidad Autónoma de Madrid o el repugnante clientelismo de un Berzosa. Me es familiar la Agencia Mundial Judía tramitando
emigraciones desde España. ¿El Mundo Árabe? Dice en el Talmud que en estos días la profecía
está reservada a los locos, y creo
que este discurso de Gadafi no tiene desperdicio.
Justo cuando un buen amigo, de esos que uno mantiene desde hace dos décadas, me
cuenta que en otra de esas derrotas veladas de las que nadie habla, se ofrecen
1.700€ por ir a Afghanistan. Hace un par de años eran 3.500€ y nadie quería ir.
Hoy, no hay plazas. A mi, realmente, me da lo mismo. Es decir, no quiero que mi
amigo vaya porque estoy cansado de enterrar gente y llorar ausencias. Y porque
en estos días en los que se habla del Reino Unido y lo que pasa en sus calles,
se olvida que lo que les pasa aquellos que regresan de allá es algo de lo que no
se habla. Ese “mal de Afghanistan” en el que soldados profesionales, con una
vida perfectamente estructurada, a su regreso abren la puerta, se echan a la
calle y se hacen mendigos de forma irrecuperable. Pero de eso, tampoco se
habla. De todas estas cosas lo único que puedo decir es que aquí estoy. En la
derecha una pluma, la izquierda vacía. ¿Paz? Mi casa es tu casa. Lo tuyo es
tuyo y lo mío, también. ¿Guerra? Reza lo que sepas y aquí te espero. Pero al
menos todo esto de las Pilis y las Maris me recuerda por qué empezamos todo
esto. Esa familia, los Laitman-Bohrer-Benatar, y su grandeza. El estar vivo,
aquí y ahora. Y lo único que queda decir es buenas noches y buen provecho desde
la Tierra de Israel.
Territorio libre.
1 comentario:
Muy estimado mío: Gracias por el enlace. Espero - confío - que no me coloques en el living entre esas dos horrendas tertulianas, quasi de burdel, cada una con su matiz, a cual más repugnante.
Como conoces mis impresiones y opiniones sobre el tema de fondo, prescindo de explicaciones. Te diré, no obstante, que la actualidad del Medio Oriente me preocupa tanto como me alegra suponer un Israel fuerte y firme (aunque siempre polémico y discutible) en ese enclave histórico, punto sensible del pasado-presente-futuro de Occidente. Con Israel en el escenario, aunque todo se complique más, todo tiene mejores garantías.
No digo más porque sobran palabras.
+T.
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