El Talmud (Mishna Berajot 1,2) se inicia con una discusión sobre matices, acerca de ese momento en que las cosas no son ni blancas, ni negras. ¿En qué momento deja de ser de noche y ya es de día? Desde que puede distinguir entre el azul y el blanco, según una opinión. Entre el azul y el verde, según Rabí Eliezer. Dentro de las tres horas que siguen al amanecer, afirma Rabí Joshua. ¿Hay una forma precisa de determinar en qué momento la vida de Rafael Cansinos Assens pasa de la luz a la oscuridad, o es también un proceso gradual de matices?
Oficialmente, la publicación de obras de Cansinos Assens disminuye sensiblemente a partir de 1927, languidece hasta el final de la Guerra Civil, 1939, y desaparece de las librerías españolas hasta 1982 en que, en buena medida gracias al esfuerzo del que probablemente sea hoy el mayor experto en su obra, Jacobo Israel Garzón, empiezan a publicarse sus diarios. Pero entre 1921 y 1936 se produce un proceso gradual de ensombrecimiento en Cansinos y en su percepción de la realidad. Su obra tiene un magnífico interés para asomarse a una época y unos personajes que, de otro modo, se hubieran perdido en la memoria del olvido, igualados por la insignificancia. En apariencia, gracias a Cansinos Assens se ha salvado la memoria de los escritores bohemios, vanguardistas y los primeros judíos de la España del siglo XX. Sus diarios literarios (“La novela de un literato” 1882-1936) producen en el lector el efecto de los clásicos; el de mostrar que todas las épocas son, en realidad, la misma época. La galería de “Hombres-Ideas-Efemérides-Anécdotas” muestra un Madrid que podría ser el de hoy. Pero al mismo tiempo, como diarios literarios son una calculada pieza en la construcción de un personaje que es él mismo. O, más exactamente, la imagen de sí mismo que quiera proyectar a una posteridad a la que cree estar destinado por derecho propio.
Resulta muy interesante comparar sus diarios con la cronología de los hechos, sobre todo, por las omisiones. En 1923, dos años después de recibir el Premio Nobel, Albert Einstein visita España oficialmente y es recibido con todos los honores, entre otros, por su amigo Yahuda. Cansinos no menciona el episodio y la razón podría ser tan simple como que unos de los grandes protagonistas de aquella visita son los Bauer, que reciben a Einstein en su casa en un cena privada a la que, con toda seguridad, no fue invitado Cansinos. Desde aquel episodio de juventud en que un también joven Ignacio Bauer le ofrece que haga de negro para él, Cansinos convierte su antipatía por Bauer en una obsesión que destila resentimiento. En aquellos años la Comunidad Judía de Madrid está articulada y tiene una existencia real que, sin embargo, no aparece reflejada por ninguna parte en los diarios. Cada mención a Bauer va acompañada de expresiones de desprecio; “ese hombre tan pomposo como huero” “que de antiguo tiene pretensiones literarias”, “ese sátrapa de la Banca que en literatura es un parvenu”.
Bauer escribe en aquella época un libro, “Mis primeros artículos” que envía a Cansinos. “Hojeé distraído aquellas páginas incoloras y de pronto llamó mi atención un artículo de empaque erudito, en que el autor disertaba sobre la cábala”, “¿De dónde habrá sacado nuestro banquero tanta ciencia? Pero no tardé en descubrirlo… Este artículo era copia exacta de otro, publicado hace años en la Revista crítica de Colombine por mi noble amigo don José Farache”. Cansinos envía un artículo a “Cosmópolis” donde denuncia el plagio con toda dureza. Meses después, el mismo Cansinos descubre en una feria del libro que en realidad Farache también ha plagiado. El artículo es parte de una gramática hebrea escrita en el siglo XIX por el padre García Blanco.
En 1924 Cansinos publica “Las luminarias de Janucá”, una crónica novelada de la creación de la primera Comunidad Judía de Madrid. Cambia los nombres, pero los personajes son fácilmente reconocibles. A Farache lo llama “Farsi”, a Yahuda, “Salomón”, al doctor Pulido, “el señor Florido” y a Bauer, “Kohn”. Lo trata en la novela con la misma dureza y desprecio que en los diarios. Y sin embargo, tras leer el libro, Bauer hace un nuevo esfuerzo de acercamiento a Cansinos. “Su entusiasmo es tal que me invita a ver en su casa una de esas lámparas rituales, del siglo XVI, que él adquirió en un viaje a Alemania. ¡A verla únicamente!... Yo me siento Heine ante ese remedo de Rothschild y contesto su carta con otra, bastante impertinente, en que le digo que no tengo tiempo de sobra para ver lámparas que no van a ser mías”.
Tal vez si Cansinos hubiera aceptado la invitación, Ignacio Bauer le hubiera hablado de un proyecto que ya tenía en un avanzado estado de gestación; la creación de la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones (C.I.A.P), una pequeña editorial que en sus siete años de vida se convirtió en la primera gran editorial española. Cansinos saluda la iniciativa con escepticismo y cree que es poco más que un capricho de niño rico que se vendrá abajo tan pronto como se le termine el dinero a Bauer. En apenas seis años el modesto fondo editorial de C.I.A.P se transforma en una empresa con sede central en Madrid pero con delegaciones en Buenos Aires, México, Chile, Uruguay y Ecuador. A lo que hay que añadir una red de más de 130 librerías propias y asociadas. C.I.A.P llegó a controlar el 80% del mercado editorial en habla hispana, incluida Hispanoamérica. La C.I.A.P revolucionó el mercado editorial con una serie de iniciativas adelantadas a su tiempo; los contratos en exclusiva a largo con los autores, que dignificaron por primera vez la profesión de escritor en España, el uso intensivo de la publicidad, la instauración de premios literarios, etc, etc. Para el lector, C.I.A.P se convirtió en sinónimo de libro asequible y de calidad. Sin embargo, en sus diarios Cansinos quiere presentar C.I.A.P como una iniciativa de Bauer y los hermanos López Ortega “uno de los cuales es sacerdote”. Cansinos olvida mencionar al resto del Consejo de Administración fundador. Hay dos ex – ministros, Goicoechea y Francos Rodríguez (que es además presidente de la Asociación de la Prensa), dos catedráticos universitarios y un buen número de judíos. Uno de los vicepresidentes es Alberto Bandelac de Pariente. Y entre los Consejeros encontramos a Isaac Toledano, Paul Dreyfus, Menhakent Coriat y Jacques Bentata (también escritor). Un año antes de su quiebra (1931), la mayoría de los miembros del Consejo de Administración ha cambiado, pero el catálogo de la editorial tiene 320 páginas de novedades en colecciones, diccionarios, Anuarios y Publicaciones periódicas. Hay colecciones literarias, de historia de América, Revistas que van desde la prestigiosísima cabecera de vanguardia “La Gaceta Literaria” a la “Bibliographia Medica Chirurgica”. Sólo una de los sellos que agrupa (Renacimiento, editora de “El candelabro de los siete brazos”) presenta un fondo de más de novecientos títulos. Entre sus autores estaban los hermanos Machado – Manuel era amigo de Cansinos – Unamuno, Valle Inclán, Gregorio Marañón o Salvador de Madariaga, entre muchos otros. La quiebra final de C.I.A.P arrastra a los Bauer a la ruina del resto de sus negocios y pone fin a casi un siglo de una dinastía mítica en España.
Cansinos no es invitado a formar parte de la nómina de escritores de la editorial, y se justifica de forma jactanciosa. “Por lo demás, me alegro de que no se hayan acordado de mí. Me habrían puesto en un compromiso de delicadeza. Parecería que querían pagarme cosas que no tienen precio”. La pregunta es; ¿qué es lo que no tiene precio? En esos mismos años (1923-1924) en que Ignacio Bauer lleva adelante una iniciativa empresarial y cultural sin precedentes en la historia de España y se convierte en el primer productor judío del cine español (1926), Manuel Aguilar, director de la Sociedad General Española de Librería, crea su propio sello editorial, en funcionamiento hasta nuestros días. Si Disney pensó que el cine de animación sería una excelente plataforma para promocionar la venta de sus discos, en el caso de Aguilar, una edición de Clásicos Universales es la mejor salida para la piel de sus rebaños de cabras. Aún hoy, los Clásicos de Aguilar destacan por su excelente encuadernación en cuero y papel biblia. Cansinos Assens se ocupa de llenar con sus traducciones miles de esas páginas. La primera traducción que lleva a cabo es la de “La Atlántida” de Pierre Benoit. Y en ese momento Cansinos inicia la monumental traducción de las obras completas de Dostoyevski, que finalizará en 1935. Cansinos tradujo libros para Aguilar hasta el final de sus días. Y toda el resentimiento que despliega contra Bauer es, ante Aguilar, silencio y complacencia. Aguilar cumple, punto por punto, todo aquello de lo que Cansinos acusa a Bauer; es sobre todo un hombre de negocios que explota a sus escritores (incluido Cansinos), para el que sin embargo no hay una sola palabra de crítica. La otra acusación que Cansinos hace de forma recurrente contra Bauer es la de buscar honores por encima de cualquier otra cosa.
En 1925 la Real Academia de la Lengua se divide. Quieren concederle el Premio Chirel a Rafael Cansinos Assens por su labor crítica. Antonio Maura, en nombre de los conservadores, se niega en redondo: creía que Cansinos era judío de raza y de religión, y por lo tanto era improcedente conceder a un autor judío un premio creado por un católico ferviente como el difunto Barón de Chirel. Fue un duro debate y la concesión del premio se aplazaba de sesión en sesión. Para desbloquear la situación, Casares cita a Cansinos en su despacho para preguntarle si es o no judío. "Como español, seguro que tendré mi tanto por ciento de sangre judía y morisca en mis venas, como usted mismo…" – le responde Cansinos. "¿Es usted católico?", Cansinos responde: "Oficialmente, sí… Tengo a su disposición mi partida de bautismo y si quiere usted, puedo mostrársela…". Cansinos era católico, por lo tanto, se le podía conceder el premio. Y se le concedió.
Pese a la concesión del premio como crítico, la obra de Cansinos tiene cada vez menos interés para el público. En 1926 conoce a Josefina Megías Casado, natural de Don Benito, Badajoz, con la que mantiene una relación amorosa hasta que ella muere, en 1946, y que utiliza como pretexto para dejar de escribir con la intensidad de antaño. Tampoco la menciona en sus diarios. Menciona sin embargo a dos escritoras, Carmen de Burgos, Colombine (1867-1932) y Concha Espina (1869-1955) a cuya obra Cansinos dedica un estudio de su obra, “Literaturas del Norte” (1924). Las dos fueron mujeres adelantadas a su época y resulta también curioso el modo en que Cansinos insiste en dibujar a Colombine, compañera sentimental durante algunos años de su rival en las vanguardias Ramón Gómez de la Serna, como una mujer frívola y superficial. Lo mismo sucede con Margarita Nelken (1896 - 1968), judía nacida en Madrid, feminista, primera traductora de Kafka al castellano y una de las primeras diputadas del PSOE en la historia del parlamento español. La única mención que hace de ella esta relacionada con un perfil casi insultante que hace del criminalista y también socialista Jiménez de Asúa, uno de los redactores de la Constitucion de la República de 1931. Lo llama “feminoide” y pervertido.
1927 se considera el año del abandono de la vida pública de Cansinos. Pero es también el año en que un grupo de poetas lleva a cabo un homenaje a Luis de Góngora en el centenario de su muerte. En aquella foto están, entre otros, Lorca, Dámaso Alonso y Gerardo Diego, lo que con los años se dará en llamar la Generación del 27 y que constituye un grupo de escritores brillantes que se convierten, en la distancia, en el gran grupo literario anterior a la Guerra Civil y que opacan a todas los movimientos de vanguardia anteriores. Algunos de aquellos jóvenes (Gerardo Diego, Garfias…) han sido habituales de su tertulia, y Cansinos está al tanto de la obra de prácticamente todos, pero ya no tiene un papel relevante entre ellos. “Confirmación pública de esta mi simpatía por los nuevos la tiene usted en mis artículos de crítica en “La Libertad”. Además de Diego y Garfias, cita a Guillén y Alberti. “Sólo que una forma delicada de amor a los jóvenes, es no acercarse a ellos demasiado”.
1931 es un año crucial en la Historia de España. El 14 de abril se proclama la República y se inicia un periodo de entusiasmos y desencuentros que finaliza en 1936, con el inicio de la Guerra Civil. Pero, como en el caso de la Comunidad Judía, este es otro logro que parece desencantar a Cansinos cuando finalmente se materializa. Desde su juventud, Cansinos ha sido republicano y la mayoría de su círculo lo es. Pero recibe el cambio con escepticismo. “El espectáculo que ofrecen las calles, invadidas por el populacho, aflige y abochorna a los mismos republicanos”. Ese mismo año es el de la quiebra de la C.I.A.P y produce cierto resurgimiento de la vida judía en Madrid. Como sucediera durante la Primera Guerra Mundial, la proclamación de la libertad de cultos atrae a algunos turistas judíos, curiosos por los cambios que parecen estar produciéndose en España. Es otro banquero de una personalidad singular, Menahem Ben Coriat, de Tánger, el que pone de nuevo en marcha la pequeña sinagoga de la calle del Príncipe con la celebración de una boda de la que aparecen fotos en toda la Prensa. Entre estos turistas está su viejo amigo Yahuda, que le ofrece marcharse con él a Londres y trabajar en actividades sionistas. Cansinos, de nuevo, rechaza la oferta. En 1933, con el triunfo electoral de los nazis, empiezan a llegar judíos refugiados desde Alemania. Y tanto en esos años de la República, como durante la Guerra Civil el antisemitismo forma parte de la propaganda de la derecha.
Cansinos finaliza sus diarios literarios el domingo 19 de julio de 1936, con la visión de un Madrid donde se están repartiendo armas entre el pueblo. Su última frase es una despedida a un amigo, Exposité. “Los republicanos estamos ya de más. Querido maestro, ¡la República ha muerto!... Sí – digo yo con tristeza -. ¡Y la literatura también! Y ambos nos estrechamos las manos en un gesto de tristeza. Lo que sigue, para Cansinos, es la inmersión en las sombras. El resto del país vive, durante tres años, una guerra brutal que se convierte en un ensayo cruel de la Segunda Guerra Mundial. Jacobo Israel Garzón ha estudiado en detalle la presencia y aportaciones de los judíos en aquella contienda. Pero tal vez el episodio que resume y sirve de símbolo al final de aquella época en la historia de España y sus judíos, es el relato de Juan José Lisbona sobre el cierre de la sinagoga de la calle Príncipe. Antes de 1936, la mayor parte de las 150 familias judías que componen la Comunidad en Madrid se han marchado. A finales del 37, sólo queda una familia; los Strouza. Yomtov Strouza es el sammas (persona que cuida y tiene las llaves de la sinagoga), y los bombardeos sobre Madrid se han intensificado. Por consejo del alcalde de Murcia y amigo de la familia, Antonio Segura, deciden trasladarse allí con los sefarim.
En la segunda semana de marzo de 1939, poco antes de que termine la guerra con la victoria aplastante de los nacionales, apoyados por la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, Strouza y Segura opinan que los sefarim deben permanecer en Sefarad, porque todos esos objetos sagrados pertenecen a los sefardíes y son además un tributo a todos los judíos que han caído durante la guerra en defensa de la República. Los depositan en la sucursal del Banco de España en Murcia, como Patrimonio artístico. Después, las familias Segura y Strouza salen de España, rumbo a Orán. Yomtov regresa a Tesalónica, donde es asesinado años más tarde por los nazis. Su hijo Isaac se salva en Francia y de allí emigra a Colombia.
Cae la noche y se hacen las sombras.
Oficialmente, la publicación de obras de Cansinos Assens disminuye sensiblemente a partir de 1927, languidece hasta el final de la Guerra Civil, 1939, y desaparece de las librerías españolas hasta 1982 en que, en buena medida gracias al esfuerzo del que probablemente sea hoy el mayor experto en su obra, Jacobo Israel Garzón, empiezan a publicarse sus diarios. Pero entre 1921 y 1936 se produce un proceso gradual de ensombrecimiento en Cansinos y en su percepción de la realidad. Su obra tiene un magnífico interés para asomarse a una época y unos personajes que, de otro modo, se hubieran perdido en la memoria del olvido, igualados por la insignificancia. En apariencia, gracias a Cansinos Assens se ha salvado la memoria de los escritores bohemios, vanguardistas y los primeros judíos de la España del siglo XX. Sus diarios literarios (“La novela de un literato” 1882-1936) producen en el lector el efecto de los clásicos; el de mostrar que todas las épocas son, en realidad, la misma época. La galería de “Hombres-Ideas-Efemérides-Anécdotas” muestra un Madrid que podría ser el de hoy. Pero al mismo tiempo, como diarios literarios son una calculada pieza en la construcción de un personaje que es él mismo. O, más exactamente, la imagen de sí mismo que quiera proyectar a una posteridad a la que cree estar destinado por derecho propio.
(De izquierda a derecha). Pérez de Ayala, Albert Eisntein y S.A. Yahuda en 1923. Otra de las omisiones de los diarios de Cansinos.
Resulta muy interesante comparar sus diarios con la cronología de los hechos, sobre todo, por las omisiones. En 1923, dos años después de recibir el Premio Nobel, Albert Einstein visita España oficialmente y es recibido con todos los honores, entre otros, por su amigo Yahuda. Cansinos no menciona el episodio y la razón podría ser tan simple como que unos de los grandes protagonistas de aquella visita son los Bauer, que reciben a Einstein en su casa en un cena privada a la que, con toda seguridad, no fue invitado Cansinos. Desde aquel episodio de juventud en que un también joven Ignacio Bauer le ofrece que haga de negro para él, Cansinos convierte su antipatía por Bauer en una obsesión que destila resentimiento. En aquellos años la Comunidad Judía de Madrid está articulada y tiene una existencia real que, sin embargo, no aparece reflejada por ninguna parte en los diarios. Cada mención a Bauer va acompañada de expresiones de desprecio; “ese hombre tan pomposo como huero” “que de antiguo tiene pretensiones literarias”, “ese sátrapa de la Banca que en literatura es un parvenu”.
Bauer escribe en aquella época un libro, “Mis primeros artículos” que envía a Cansinos. “Hojeé distraído aquellas páginas incoloras y de pronto llamó mi atención un artículo de empaque erudito, en que el autor disertaba sobre la cábala”, “¿De dónde habrá sacado nuestro banquero tanta ciencia? Pero no tardé en descubrirlo… Este artículo era copia exacta de otro, publicado hace años en la Revista crítica de Colombine por mi noble amigo don José Farache”. Cansinos envía un artículo a “Cosmópolis” donde denuncia el plagio con toda dureza. Meses después, el mismo Cansinos descubre en una feria del libro que en realidad Farache también ha plagiado. El artículo es parte de una gramática hebrea escrita en el siglo XIX por el padre García Blanco.
En 1924 Cansinos publica “Las luminarias de Janucá”, una crónica novelada de la creación de la primera Comunidad Judía de Madrid. Cambia los nombres, pero los personajes son fácilmente reconocibles. A Farache lo llama “Farsi”, a Yahuda, “Salomón”, al doctor Pulido, “el señor Florido” y a Bauer, “Kohn”. Lo trata en la novela con la misma dureza y desprecio que en los diarios. Y sin embargo, tras leer el libro, Bauer hace un nuevo esfuerzo de acercamiento a Cansinos. “Su entusiasmo es tal que me invita a ver en su casa una de esas lámparas rituales, del siglo XVI, que él adquirió en un viaje a Alemania. ¡A verla únicamente!... Yo me siento Heine ante ese remedo de Rothschild y contesto su carta con otra, bastante impertinente, en que le digo que no tengo tiempo de sobra para ver lámparas que no van a ser mías”.
Logotipo de la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, fundada por Ignacio Bauer. En sus apenas siete años de vida revolucionó el mercado editorial y llegó a controlar el 80% de la publicación en habla hispana.
Tal vez si Cansinos hubiera aceptado la invitación, Ignacio Bauer le hubiera hablado de un proyecto que ya tenía en un avanzado estado de gestación; la creación de la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones (C.I.A.P), una pequeña editorial que en sus siete años de vida se convirtió en la primera gran editorial española. Cansinos saluda la iniciativa con escepticismo y cree que es poco más que un capricho de niño rico que se vendrá abajo tan pronto como se le termine el dinero a Bauer. En apenas seis años el modesto fondo editorial de C.I.A.P se transforma en una empresa con sede central en Madrid pero con delegaciones en Buenos Aires, México, Chile, Uruguay y Ecuador. A lo que hay que añadir una red de más de 130 librerías propias y asociadas. C.I.A.P llegó a controlar el 80% del mercado editorial en habla hispana, incluida Hispanoamérica. La C.I.A.P revolucionó el mercado editorial con una serie de iniciativas adelantadas a su tiempo; los contratos en exclusiva a largo con los autores, que dignificaron por primera vez la profesión de escritor en España, el uso intensivo de la publicidad, la instauración de premios literarios, etc, etc. Para el lector, C.I.A.P se convirtió en sinónimo de libro asequible y de calidad. Sin embargo, en sus diarios Cansinos quiere presentar C.I.A.P como una iniciativa de Bauer y los hermanos López Ortega “uno de los cuales es sacerdote”. Cansinos olvida mencionar al resto del Consejo de Administración fundador. Hay dos ex – ministros, Goicoechea y Francos Rodríguez (que es además presidente de la Asociación de la Prensa), dos catedráticos universitarios y un buen número de judíos. Uno de los vicepresidentes es Alberto Bandelac de Pariente. Y entre los Consejeros encontramos a Isaac Toledano, Paul Dreyfus, Menhakent Coriat y Jacques Bentata (también escritor). Un año antes de su quiebra (1931), la mayoría de los miembros del Consejo de Administración ha cambiado, pero el catálogo de la editorial tiene 320 páginas de novedades en colecciones, diccionarios, Anuarios y Publicaciones periódicas. Hay colecciones literarias, de historia de América, Revistas que van desde la prestigiosísima cabecera de vanguardia “La Gaceta Literaria” a la “Bibliographia Medica Chirurgica”. Sólo una de los sellos que agrupa (Renacimiento, editora de “El candelabro de los siete brazos”) presenta un fondo de más de novecientos títulos. Entre sus autores estaban los hermanos Machado – Manuel era amigo de Cansinos – Unamuno, Valle Inclán, Gregorio Marañón o Salvador de Madariaga, entre muchos otros. La quiebra final de C.I.A.P arrastra a los Bauer a la ruina del resto de sus negocios y pone fin a casi un siglo de una dinastía mítica en España.
Cansinos no es invitado a formar parte de la nómina de escritores de la editorial, y se justifica de forma jactanciosa. “Por lo demás, me alegro de que no se hayan acordado de mí. Me habrían puesto en un compromiso de delicadeza. Parecería que querían pagarme cosas que no tienen precio”. La pregunta es; ¿qué es lo que no tiene precio? En esos mismos años (1923-1924) en que Ignacio Bauer lleva adelante una iniciativa empresarial y cultural sin precedentes en la historia de España y se convierte en el primer productor judío del cine español (1926), Manuel Aguilar, director de la Sociedad General Española de Librería, crea su propio sello editorial, en funcionamiento hasta nuestros días. Si Disney pensó que el cine de animación sería una excelente plataforma para promocionar la venta de sus discos, en el caso de Aguilar, una edición de Clásicos Universales es la mejor salida para la piel de sus rebaños de cabras. Aún hoy, los Clásicos de Aguilar destacan por su excelente encuadernación en cuero y papel biblia. Cansinos Assens se ocupa de llenar con sus traducciones miles de esas páginas. La primera traducción que lleva a cabo es la de “La Atlántida” de Pierre Benoit. Y en ese momento Cansinos inicia la monumental traducción de las obras completas de Dostoyevski, que finalizará en 1935. Cansinos tradujo libros para Aguilar hasta el final de sus días. Y toda el resentimiento que despliega contra Bauer es, ante Aguilar, silencio y complacencia. Aguilar cumple, punto por punto, todo aquello de lo que Cansinos acusa a Bauer; es sobre todo un hombre de negocios que explota a sus escritores (incluido Cansinos), para el que sin embargo no hay una sola palabra de crítica. La otra acusación que Cansinos hace de forma recurrente contra Bauer es la de buscar honores por encima de cualquier otra cosa.
En 1925 la Real Academia de la Lengua se divide. Quieren concederle el Premio Chirel a Rafael Cansinos Assens por su labor crítica. Antonio Maura, en nombre de los conservadores, se niega en redondo: creía que Cansinos era judío de raza y de religión, y por lo tanto era improcedente conceder a un autor judío un premio creado por un católico ferviente como el difunto Barón de Chirel. Fue un duro debate y la concesión del premio se aplazaba de sesión en sesión. Para desbloquear la situación, Casares cita a Cansinos en su despacho para preguntarle si es o no judío. "Como español, seguro que tendré mi tanto por ciento de sangre judía y morisca en mis venas, como usted mismo…" – le responde Cansinos. "¿Es usted católico?", Cansinos responde: "Oficialmente, sí… Tengo a su disposición mi partida de bautismo y si quiere usted, puedo mostrársela…". Cansinos era católico, por lo tanto, se le podía conceder el premio. Y se le concedió.
Pese a la concesión del premio como crítico, la obra de Cansinos tiene cada vez menos interés para el público. En 1926 conoce a Josefina Megías Casado, natural de Don Benito, Badajoz, con la que mantiene una relación amorosa hasta que ella muere, en 1946, y que utiliza como pretexto para dejar de escribir con la intensidad de antaño. Tampoco la menciona en sus diarios. Menciona sin embargo a dos escritoras, Carmen de Burgos, Colombine (1867-1932) y Concha Espina (1869-1955) a cuya obra Cansinos dedica un estudio de su obra, “Literaturas del Norte” (1924). Las dos fueron mujeres adelantadas a su época y resulta también curioso el modo en que Cansinos insiste en dibujar a Colombine, compañera sentimental durante algunos años de su rival en las vanguardias Ramón Gómez de la Serna, como una mujer frívola y superficial. Lo mismo sucede con Margarita Nelken (1896 - 1968), judía nacida en Madrid, feminista, primera traductora de Kafka al castellano y una de las primeras diputadas del PSOE en la historia del parlamento español. La única mención que hace de ella esta relacionada con un perfil casi insultante que hace del criminalista y también socialista Jiménez de Asúa, uno de los redactores de la Constitucion de la República de 1931. Lo llama “feminoide” y pervertido.
1927 se considera el año del abandono de la vida pública de Cansinos. Pero es también el año en que un grupo de poetas lleva a cabo un homenaje a Luis de Góngora en el centenario de su muerte. En aquella foto están, entre otros, Lorca, Dámaso Alonso y Gerardo Diego, lo que con los años se dará en llamar la Generación del 27 y que constituye un grupo de escritores brillantes que se convierten, en la distancia, en el gran grupo literario anterior a la Guerra Civil y que opacan a todas los movimientos de vanguardia anteriores. Algunos de aquellos jóvenes (Gerardo Diego, Garfias…) han sido habituales de su tertulia, y Cansinos está al tanto de la obra de prácticamente todos, pero ya no tiene un papel relevante entre ellos. “Confirmación pública de esta mi simpatía por los nuevos la tiene usted en mis artículos de crítica en “La Libertad”. Además de Diego y Garfias, cita a Guillén y Alberti. “Sólo que una forma delicada de amor a los jóvenes, es no acercarse a ellos demasiado”.
1931. Boda en la Sinagoga de la Calle Príncipe. La República propicia un breve resurgimiento de la vida judía en Madrid.
1931 es un año crucial en la Historia de España. El 14 de abril se proclama la República y se inicia un periodo de entusiasmos y desencuentros que finaliza en 1936, con el inicio de la Guerra Civil. Pero, como en el caso de la Comunidad Judía, este es otro logro que parece desencantar a Cansinos cuando finalmente se materializa. Desde su juventud, Cansinos ha sido republicano y la mayoría de su círculo lo es. Pero recibe el cambio con escepticismo. “El espectáculo que ofrecen las calles, invadidas por el populacho, aflige y abochorna a los mismos republicanos”. Ese mismo año es el de la quiebra de la C.I.A.P y produce cierto resurgimiento de la vida judía en Madrid. Como sucediera durante la Primera Guerra Mundial, la proclamación de la libertad de cultos atrae a algunos turistas judíos, curiosos por los cambios que parecen estar produciéndose en España. Es otro banquero de una personalidad singular, Menahem Ben Coriat, de Tánger, el que pone de nuevo en marcha la pequeña sinagoga de la calle del Príncipe con la celebración de una boda de la que aparecen fotos en toda la Prensa. Entre estos turistas está su viejo amigo Yahuda, que le ofrece marcharse con él a Londres y trabajar en actividades sionistas. Cansinos, de nuevo, rechaza la oferta. En 1933, con el triunfo electoral de los nazis, empiezan a llegar judíos refugiados desde Alemania. Y tanto en esos años de la República, como durante la Guerra Civil el antisemitismo forma parte de la propaganda de la derecha.
Cansinos finaliza sus diarios literarios el domingo 19 de julio de 1936, con la visión de un Madrid donde se están repartiendo armas entre el pueblo. Su última frase es una despedida a un amigo, Exposité. “Los republicanos estamos ya de más. Querido maestro, ¡la República ha muerto!... Sí – digo yo con tristeza -. ¡Y la literatura también! Y ambos nos estrechamos las manos en un gesto de tristeza. Lo que sigue, para Cansinos, es la inmersión en las sombras. El resto del país vive, durante tres años, una guerra brutal que se convierte en un ensayo cruel de la Segunda Guerra Mundial. Jacobo Israel Garzón ha estudiado en detalle la presencia y aportaciones de los judíos en aquella contienda. Pero tal vez el episodio que resume y sirve de símbolo al final de aquella época en la historia de España y sus judíos, es el relato de Juan José Lisbona sobre el cierre de la sinagoga de la calle Príncipe. Antes de 1936, la mayor parte de las 150 familias judías que componen la Comunidad en Madrid se han marchado. A finales del 37, sólo queda una familia; los Strouza. Yomtov Strouza es el sammas (persona que cuida y tiene las llaves de la sinagoga), y los bombardeos sobre Madrid se han intensificado. Por consejo del alcalde de Murcia y amigo de la familia, Antonio Segura, deciden trasladarse allí con los sefarim.
En la segunda semana de marzo de 1939, poco antes de que termine la guerra con la victoria aplastante de los nacionales, apoyados por la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, Strouza y Segura opinan que los sefarim deben permanecer en Sefarad, porque todos esos objetos sagrados pertenecen a los sefardíes y son además un tributo a todos los judíos que han caído durante la guerra en defensa de la República. Los depositan en la sucursal del Banco de España en Murcia, como Patrimonio artístico. Después, las familias Segura y Strouza salen de España, rumbo a Orán. Yomtov regresa a Tesalónica, donde es asesinado años más tarde por los nazis. Su hijo Isaac se salva en Francia y de allí emigra a Colombia.
Cae la noche y se hacen las sombras.
2 comentarios:
Me gustaría saber quién es el autor de este artículo, porque en esta página web no está nada claro. Tampoco encuentro la primera parte del texto, ya que se supone que ésta, según se indica en el título, es una “Segunda Parte”.
Dos apreciaciones:
Cuando el autor o la autora dice que Cansinos “desaparece de las librerías españolas hasta 1982 en que, en buena medida gracias al esfuerzo del que probablemente sea hoy el mayor experto en su obra, Jacobo Israel Garzón, empiezan a publicarse sus diarios”, esto no es cierto. Jacobo tiene un enorme mérito en la difusión de Cansinos Assens , pero la edición de los diarios y memorias de Cansinos Assens me pertenece y Jacobo no participo de ninguna forma en aquel proyecto. A este respecto no hubiera estado de más que el autor citara a Borges como el gran valedor de Cansinos.
También hubiera sido un detalle que el autor citase a la Fundación-Archivo Rafael Cansinos Assens, ya que una buena parte de la información que facilita el texto, incluida la idea de que la decadencia de Cansinos coincide con el ascenso empresarial de la CIAP, la ha obtenido de la cronología publicada en www.cansinos.org.
Como en esa cronología deseamos añadir algunos datos muy interesantes que facilita el autor o autora del texto, agradecería que alguien me dejase aquí su nombre para citarle en la forma que merece.
Rafael M. Cansinos | Fundación-Archivo Rafael Cansinos Assens
Primero de todo que nos honras con tu post. En segundo lugar, que ambas apreciaciones son acertadas. Al referirnos a Jacobo lo hacíamos desde la perspectiva de que en el mundo judío de habla hispana, desde Máximo José Kahn (entre otros, pero tomado como símbolo), no tenemos otro intelectual judío que se haya interesado tanto por la obra de tu padre. Es más, el mismo Jacobo ha hecho esta matización, que él no tiene ningún merito y que todo es tuyo. Así que, por este lado, procedemos a cambiarlo.
Y en cuanto a la segunda observación que haces, también es acertada. Pero en este caso estábamos esperando a hacer la III Parte para concluir con su fundación y el estado de su obra a día de hoy.
En cuanto a las citas, todo el contenido de este blog es obra del Proyecto Perfiles, o sea, parte de una tarea de equipo en cuyo nombre reitero el agradecimiento por tus valiosas observaciones.
Publicar un comentario